Lo que empezó con una declaración interior de intenciones, aquello de ir en bici al curre con una bici de montaña baratuna comprada de capricho, está arraigando en mí y se está transformando, de algún modo, en una parte de mi estilo de vida. Cuando le digo a algunos que «normalmente voy en bici, salvo cuando voy a tener jaleo, o llueve, que voy en moto» me miran raro.
Pero me parece bastante definitorio de lo que viene significando la bici para mí en los últimos años. No la veo como deporte (algún experimento he hecho, no me termina de convencer), sino como transporte «slow», una manera diferente de moverte por al ciudad disfrutando del camino: una sensación muy parecida a la que tuve hace unos diez años cuando el coche en mi vida pasó a ser fundamentalmente una herramienta de trabajo, comencé a disfrutar de las dos ruedas (si tienes cuatro, ya sabes que te sobran dos), y que cobró incluso más fuerza cuando Triumph entró en el juego.
La historia se repite, con muchos menos caballos (ahora, solo un borrico de propulsión trasera ;-) ). Hace unos días me compré una bicicletilla nueva-de-segunda-mano-barata, y estoy como… un niño con bicicleta nueva.
¡No he olvidado a la Corbetta! La fuerza que ejerce esa bici sobre mi trasciende lo razonable, es complicado de explicar. Pero ha llegado un momento en el que el cuerpo me pedía otra cosa, una evoución. No se estar con lo mismo demasiado tiempo.
Es una Scott antigua -Scotty-, una de esas bicis que yo catalogaba como «de pijos» (ya saben , no hace falta más para ir en bici, no hace falta aluminio ni cambios Ultegra, niná). Pero no me considero un globero (sobre todo, porque lo mío es el transporte, no el deporte). Y estamos conociendonos.
Le habló un arkangel serendipítico.
Una respuesta a “Scotty”
Me alegro de tu nueva vivencia sobre dos ruedas más que nadie. Y por cierto..qué fotos más chulas hace esa cámara, no? :)