Salía hoy de mi casa y me ha llamado la atención un contenedor de basura. Bueno, un contenedor de estos de obra, que se ve se está usando para deshacerse de los restos de una mudanza.

Hay un método de obtención de información al que alguien denominó basuring alguna vez… Y es verdad, mirando la basura de alguien puedes hacerte una idea más o menos clara de sus costumbres, sus gustos, los bancos con los que trabaja, sus números de cuenta, sus contraseñas… Ya me estoy desviando del tema ;-)

Lo que me ha llamado hoy la atención ha sido algo más simple: hay una tal Cristina recientemente mudada a algún lugar cerca de mi casa que tiene ropa interior como pa llenar una caja ella solita. Eso está muy bien, que hay que ser limpicos.

Después he pensao que igual la tal Cristina es la abuela, y usa bragas de esas tipo tienda-de-campaña, y que en la caja solo cabrían dos o tres de esas… Enseguida he intentado quitar ese pensamiento de mi cabeza.

Más tarde he vuelto a pensar sobre el tema (mira tio, hoy es domingo, cada uno le da vueltas a lo que puede). Y he mirado las sillas que estaban tiradas junto a la caja de ropa interior. Unas sillas un tanto jodidas ya por el paso del tiempo, pero perfectamente aprovechables con unos mínimos arreglos.

Entonces me ha venido a la cabeza este post de Sospechas Habituales, via Planet Granada. En él Rafa habla de la «suerte» que tenemos los que hemos nacido por estos andurriales, por el mero hecho de haber nacido: a veces podemos pensar que nos va más o menos mal, pero aún podemos tirar unas sillas que sirven, y no nos da dolor de barriga.

En fin, las cosas son así, no tiene la mayor importancia. Pero podemos tirar sillas, y tener una caja de ropa interior. Sin problemas.

Que no se nos olvide. Que no se les olvide a los que no les gusta que venga gente de fuera a «quitarnos el trabajo». Que no se me olvide cuando paso alguna que otra estrechez económica por excesos anteriormente cometidos.

Le habló un arkángel que tira muchas cosas.