Planteemos, amigos, un caso hipotético: empresa tecnológica pequeñita que empieza a levantar cabeza entre ese maremagnum de grandes consultoras cárnicas (y las otras), mundo de subcontratas, spin-offs tecnológicas con contactos en los «grandes clientes», emprendedores con mejores ideas que bolsillos, y más escuela que las losetas de mi colegio de prescolár (Virgen de las Angustias, Güetor capital).
Esta sociedad referenciada comienza hace un par de años a aceptar alumnos en prácticas de ciclos formativos (un poner) y universidades (otro), con un doble fin: sacar trabajo adelante a bajo coste –estoesasín-, y detectar talento para incorporarlo al equipo. La segunda motivación les va dando resultados (no tanto la primera, puesto que el período de adaptación a la metodología que hace que unos triunfen y otros no suele ser más largo que la fase de prácticas), y tienen incorporados en plantilla con el mejor contrato que pueden ofrecer, cobrando más por hora trabajada que los socios, como debe ser, un par de aquello.
Año +1
Se producen repeticiones en la elección de los centros formativos donde se captan los futuros compañeros trabajadores. Vuelven las visitas de los tutores de prácticas. [Oh-wait, no, ahora cambia la persona, suponemos a posteriori que quieren hacer un seguimiento del incorporado anteriormente a la plantilla]. En estas visitas la empresa se abre a los docentes, intentando de corazón contribuir con su (corta) experiencia a la mejora del sistema de prácticas. Se habla incluso de números generales, de lo que se puede pagar, de lo que no, de por qué determinados proyectos son antirrentables, pero gustan, de planes de futuro… Son empresarios con más ilusión que empresariarización. Y por muchos años, sea. Horas después, por un par de búsquedas en Google, el empresario se entera de que el docente es socio de una competencia directa, además de profesor.
Sonando: Dazed And Confused, Led Zeppelin
Lo primero que piensa es en su candidez, en todos los datos-secretos revelados a un desconocido. Inmediatamente después, piensa que el futuro decidirá por él si hizo bien, como lo ha hecho hasta ahora; un problema menos y a centrarse en los proyectos.
Lo desleal
No se trata de que la otra parte sea más avispada, yo haría lo mismo (de hecho, lo hago en los bares, avisados quedan), quizá más transparente, pero eso es sólo un matiz: intentar obtener información para crecer. Se trata de la posición dominante, la falta de deportividad. Lo desleal, que viene ahora.
El profesor de alguien lo conoce perfectamente, sabe que es bueno, y te lo envió a ti, porque tocaba. Al año siguiente te envía un perfil totalmente distinto (de todo tiene que haber en la viña del señor), que no vale para determinado modelo de empresa (válgameelseñor de juzgar a alguien con la razón absoluta en mi lado). Y viene.
Viene a tantear al que te quedaste, al bueno, a hacerle ver que, con el rodaje ya hecho, podría estar mejor «con los suyos». Esto para mi es ser juez, parte, policía, y un caradura. Nada reprochable legalmente, ¡todo lo contrario! Encantados con funcionarios que además son emprendedores, pero de frente.
No me gustan las serpientes.
Afortunadamente, hay personas con perspectiva vital (por muy jóvenes que sean), que saben apostar con su esfuerzo por lo que mejor consideran para su «hoy» y «mañana» (pasado mañana, el tiempo lo dirá). Hay empresas, yo lo se, que intentan ser justas: pagando el máximo que pueden, sin poner cebos, ni promesas incumplibles para extraer el 110% del hoy de una persona ilusionada. Esto, si no se vive, suena a mentira (y, muchas veces, es injusto).
Sonando: Whole Lotta Love, Led Zeppelin
I’m gonna give you all, my love respect.
Le habló un arkangel creciendo en maldad.