Asustado he estado los primeros sesenta u ochenta minutos del último estreno de Woody Allen. Confieso que incluso me ha dado tiempo a pensar lo que iba a escribir por aquí. Iba a empezar algo así:

Definitivamente, no tengo ni pajolera idea de cine. Si esta es la mejor obra de Woody Allen hasta la fecha, si todo el mundo habla tan bién de esta película, si tanto cuesta encontrar una crítica negativa, o al menos no positiva, Arkangel, lo tuyo no es el cine.

Porque me estaba aburriendo tela. Salvando las distancias (una fotografía muy bonita, los paisajes y tal), y la escena del revolcón en el trigo (con lo que tiene que picar eso, quita quita), se me estaba haciendo una de esas de Antena 3 a las cuatro de la tarde, uno de esos dramones con cuernos de por medio que nunca he sabido como terminan, porque o bien me he dormido antes, o he dejado de verlos.

Era mi impaciencia habitual la que me dominaba. No estaba dejando a la película hablar. Y es que hace falta esa hora y pico inicial para comprender lo que viene detrás.

Sin grandes sorpresas, por otro lado, pero, ¿horrorosamente posible? Parné, atracción física, acomodamiento, indecisión, y la condición humana en sí misma: todo mezclado y resuelto al azar. Como pasan muchas cosas.

Me ha gustado.

Le habló un arkángel nada cinéfilo, pero que va al cine a menudo.