Conozco a gente que es una especie de imán de pillaos.

Un pillao es un señor(sí, siempre son tios, que yo recuerde) que se te pega a rueda en un pub/bar/calle/similar y te cuenta su vida. Pero el auténtico pillao, para ser considerado como tal, debe tener además un ligero toque de esquizofrenia, al menos aparentemente, exteriorizado en algún modo que podría llegar a resultar violento en la circunstancia (no) adecuada. Si este punto de locura representada no formara parte de la definición, en realidad todos seriamos pillaos, unos más que otros.

Pero bueno, al tema. Yo también soy un poco imán de pillaos.

Por ejemplo, estaba yo anoche tranquilamente con una amiga en un bar (para variar, lo del bar, digo), hablando con ella en la barra, y observo como que su mirada se pierde detrás de mi… Al rato me dice: Ese señor me está poniendo caras raras. Y ahí nos perdimos :)

Acto seguido el pillao (el sr. A. Pérez, tal como se identificó) empezó a hablarnos de él, de su vida, a intentar invitarnos a una copa por todos los medios, en fin… Y todo esto no es necesariamente malo. De hecho se pueden aprender cosas de estas situaciones, la gente se abre mucho en ese estado. El único problema es el punto que comentaba antes, que como le lleves la contraria a un pillao, lo llevas chungo. Es muy difícil (aunque en alguna ocasión lo haya conseguido) tener una conversacion, que no un monólogo, con uno de estos.

Pero como decía, de estas cosas también se aprende… Por ejemplo del de ayer aprendí (fui tremendamente consciente de ello) que cualquiera puede terminar así (o no terminar, que suena muy feo, sino pasar por esa fase).

Creo que el señor de ayer no era mala gente, solo un poco (bastante) pesadito.

Y que era un pillao, joer.